Hotel Oceanía: el último y definitivo adiós...


El sur de Uruguay se engalana con varios centenares de kilómetros de espléndidas costas, incluidas las de su capital Montevideo.
No es de extrañar que a poco de ponerse de moda el turismo de playa a comienzos del S XX, surgieran decenas de lugares de veraneo y en los más importantes se construyeran hoteles.
Es así como Montevideo, Punta del Este y Piriápolis vieron en la década de 1930 levantarse muy buenos establecimientos para atender el turismo interno, pero fundamentalmente para recibir el que venía de Argentina.

Sin embargo, 20 años después problemas políticos  motivaron el virtual cierre de la  frontera entre ambos países, lo que representó un golpe fatal para la hotelería uruguaya.
Fue así como Punta del Este vio como los hoteles Migues y el Nogaró, para mencionar los más emblemáticos, se convirtieron en edificios de apartamentos.
Mientras, en Montevideo ocurría algo similar. El Hotel Miramar en Carrasco,  terminó convertido en una dependencia de la Marina, el  Rambla ubicado en la pocitense Plaza Gomensoro, en apartamentos, y el Hotel Oceanía en Punta Gorda albergando una comunidad religiosa.

Detengámonos en el Hotel Oceanía, que es el motivo de este artículo. Es un muy buen ejemplo de la arquitectura náutica (edificios que asemejan barcos) que fue tendencia de muchos edificios costeros uruguayos de la década de 1930. Otros podrían ser  el Yacht Club en el puerto del Buceo, el edificio El Mástil (el del Expreso Pocitos), El Hotel Planeta de Atlántida o el Hotel La Floresta en el balneario del mismo nombre.
El Hotel Oceanía en Montevideo y el Hotel La Floresta, son contemporáneos y ambos levantados por Bello y Reborati

Una de las tradicionales, y pintorescas,  vías de comunicación entre el centro de Montevideo y  el barrio Carrasco, es la avenida costanera que los montevideanos llamamos (incorrectamente) rambla.
Poco antes de llegar a Carrasco la rambla sigue el contorno de la costa abrazando Punta Gorda. Sin embargo, la avenida Coimbra forma un by-pass que permite agilizar el tránsito evitando el rodeo de la Punta. Por esta razón, a menos que uno quiera disfrutar un paseo dominguero, son pocos los que entran al pequeño barrio de tranquilidad casi surreal limitado por Coimbra y la rambla, y pocos quienes  saben que el paisaje desde Punta Gorda es de los mejores que se pueden disfrutar en Montevideo.
Alguien con visión para los negocios pensó en levantar un hotel allí, no demasiado grande, pero que teniendo entrada por la calle Mar Ártico, también tuviera fachada sobre la costa con vista al Mar Dulce como lo llamo su descubridor Don Juan Díaz de Solís.
Ese hotel sería el Hotel Oceanía, y  encomendada a Bello y Reborati su concreción.



Este era el aspecto del Hotel  poco antes de su inauguración en 1937. Las construcciones en Punta Gorda eran escasas, y el proyectista desarrolló terrazas hacia el este, sur y oeste de formas y disposiciones diferentes en cada uno de los  niveles.  


Otra toma del Hotel, contemporánea a la anterior captada desde la Playa de los Ingleses, en la que se verifica la escasa construcción en una zona que era considerada de veraneo y no residencial.





La crisis hotelera a la que se aludía al principio del artículo, mantuvo a este hotel fuera de actividad por muchos años. Sin embargo, la década de 1980 vio su resurgir categorizado como de tres estrellas.






Fachada principal sobre Mar Ártico 1227.



Un par de tomas de las habitaciones en la última etapa de actividad.




Tarde de verano con rambla frente al Oceanía llena de automóviles. Mala cosa para el huésped que no cuenta con garaje en el hotel.


Desde su reapertura y hasta el momento en que se produjo el cierre definitivo a mediados de 2007, el edificio sufrió mejoras que buscaron adecuarlo a los nuevos estándares de confort. Esto no se agotó en las instalaciones de cocinas y salones de fiesta, sino que también incluyó obviamente renovaciones en baños, replanteo de algunas habitaciones, aire acondicionado entre otras. 
Esta fotografía permite apreciar las modificaciones que el edificio sufrió en su fachada sobre la rambla, que si bien intentaron modernizarlo, lo privaron de su estilo. 

Pero setenta años son muchos para un hotel que pretende ser moderno. El edificio descansa sobre roca, razón por la que carecía de garajes. Hubiera sido caro hacerlos y no eran necesarios, en 1937 los turistas no venían con automóviles. Tampoco había muchas posibilidades de alquilar uno. 
Cuando el hotel se pensó, las fiestas no eran tan ruidosas ni terminaban tan tarde como en la actualidad. No era necesario un riguroso aislamiento acústico entre las habitaciones y las salas de espectáculos del hotel.

Pero en el siglo XXI el turista que tenía que dejar el auto estacionado en la calle lejos del hotel, y no podía pegar un ojo en toda la noche por el alto volumen de la música, dificilmente volviera o lo recomendara a sus amigos.
Incluso el casino, que podía ser un punto a favor acentuaba estos problemas. 
Finalmente la sala de juegos cerró por motivos que escapan a este artículo, y a poco también el hotel que fue vendido a un consorcio (UPG) para levantar allí un edificio de apartamentos de alto confort.

La concreción de la reforma se demoró varios años, con la correspondiente degradación del edificio, pero finalmente en 2011 comenzó la demolición que solamente dejó en pie la estructura.

Las fotos que siguen, ilustran bien ese proceso y fueron publicadas en http://www.skyscrapercity.com , captadas por Pablito28, uno de sus moderadores.




















Además de ilustrar la demolición, las fotos confirman el carácter marinero del edificio, y las magníficas vistas que ofrecían sus terrazas.

Del trabajo de Bello y Reborati quedó esto:







Luego de otro período de indefinición, la obras continuaron.





A comienzos de 2014, el edificio de muestra bastante adelantado:





En octubre de 2014, las obras parecen haber terminado, y el aspecto final es exactamente anunciado por los renders de la empresa constructora.








  

Este es el aspecto de la fachada sobre la calle Mar Ártico.


La invitación es ahora a sobrevolar Punta Gorda, con un imaginario helicóptero, y por supuesto el Hotel Oceanía, o mejor dicho aquello en lo que se convirtió.




Fotos: archivo, Pablito28 en http://www.skyscrapercity.com  , y Minnie
Video:  www.o2.com.uy